Ágota Kristóf escribió en 1986 «Le Grand Cahier» (El gran cuaderno), una novela que, curiosamente, contiene entre sus páginas una descripción de su propio estilo.
La novela está ambientada en una guerra sin nombre y cuenta la historia de dos hermanos gemelos cuya madre los manda a vivir con su abuela para alejarlos del peligro. Los hermanos tienen que adaptarse a una vida más dura de lo acostumbrado, pero demuestran iniciativa adquiriendo un cuaderno y lápices y enseñándose a sí mismos ortografía, artimética y, lo que nos interesa a nosotros, redacción. Escriben sobre sus experiencias (las tareas del campo, el militar que ocupa una de las habitaciones…) y se corrigen el uno al otro.
Para decidir si está Bien o Mal usamos una regla muy simple: la redacción tiene que ser cierta. Debemos describir lo que hay, lo que vemos, lo que oímos, lo que hacemos.
Por ejemplo, está prohibido escribir «Abuela es como una bruja»; pero podemos escribir «La gente llama a Abuela «la Bruja»«.
Está prohibido escribir «El Pueblo es bonito», porque El Pueblo puede ser bonito para nosotros y feo para otra persona.
Del mismo modo, si escribimos «El ordenanza es amable» no estamos escribiendo una verdad, porque el ordenanza podría ser capaz de cosas terribles de las que nosotros nada sabemos. Por eso escribimos simplemente «El ordenanza nos ha dado mantas».
Escribimos «Comemos muchas nueces» y no «Adoramos las nueces», porque la palabra «adorar» no es fiable, carece de precisión y objetividad. «Adorar las nueces» y «adorar a Madre» no significan lo mismo. La primera expresión designa un sabor agradable en la boca, la segunda, un sentimiento. Las palabras que describen sentimientos son imprecisas. Es mejor evitarlas y ceñirse a la descripción de objetos, personas y uno mismo, es decir, a la descripción fiel de los hechos.
Ágota Kristóf, «Le Grand Cahier» (El gran cuaderno)