En la reciente entrada sobre Isabel Allende recibo un comentario firmado por Airam, quien protesta por cierta expresión que utilicé, concretamente: «La Isla Bajo el Mar ofrece lo que se puede esperar de un best-seller contemporáneo escrito por una mujer». Como responderle va a dar lugar a reflexiones interesantes, muy ligadas además a la última sesión del podcast, lo hago aquí más extensamente.
Mi crítica no intentaba ser despectiva hacia Allende en absoluto, a quien creo (espero) haber dado a entender que respeto como autora aunque personalmente no me interese su literatura. Tampoco, lógicamente, hacia las mujeres o lo femenino. En todo caso, pretendía ser crítica con el mercado editorial, y en particular con los best-sellers.
Como he dicho al principio, este asunto guarda estrecha relación con lo que comento en la sesión 17 sobre conseguir la empatía de los lectores gracias al parecido de nuestros protagonistas con ellos. En caso del mercado femenino (por llamarlo de alguna manera), las novelas suelen estar escritas por mujeres, protagonizadas por mujeres, y dirigidas mayoritariamente a mujeres. Sí, existe la literatura femenina, del mismo modo que existen la literatura infantil o la literatura homosexual, si no en términos artísticos, al menos sí en términos comerciales. A veces curioseo un foro americano sobre escritura de novela rosa, y una pregunta recurrente es por qué este subgénero muy raramente está protagonizada por hombres. La respuesta: porque las lectoras suelen ser mujeres y sería más difícil empatizar con ellas.
Pero atención: también existe la literatura masculina, y la presunción de Airam de que no la denunciaría me ha dolido: los típicos best-sellers de agentes secretos (Ludlum) o abogados (Grisham) están escritos por hombres, protagonizados por hombres, y dirigidos a hombres.
No es que esta sectorización haga al típico best-seller ni mejor ni peor como forma de entretenimiento. Los hace más comercializables (si tal palabro existe), porque los hace más predecibles, y al comprador le gusta saber que aquello por lo que paga es lo que espera. Recordad que no es bueno frustrar las expectativas del lector, y las expectativas ya comienzan en un nombre famoso. Imagina que compras lo último de Allende y te encuentras un ensayo sobre Guantánamo o una colección de historias cortas de ciencia-ficción; imagina el número de lectoras frustradas.
Esta predictibilidad forzada de los autores best-sellers les quita a menudo capacidad de sorpresa o de inventiva. Se sienten cómodos en sus clichés (o se ven obligados por sus editores a cumplirlos). Personalmente, la falta de sorpresas no me motiva como lector, pero eso no desmerece de estos autores. Cada uno de ellos y de ellas tienen oficio a sus espaldas como para enterrarme en títulos hasta hacerme callar, y le han dado más horas de entretenimiento a millones de lectores de las que cualquier artistilla con aspiraciones (como yo) podría soñar. Así que si te gusta Allende, lee a Allende. Yo en cambio tengo en lista de espera mis últimas adquisiciones de Pynchon, Hemingway, Machen y Alan Moore (¡curiosamente todos hombres, ahora que me fijo!), y me despierta más curiosidad no saber lo que voy a encontrarme.
¿Somos lo que leemos? ¿O leemos lo que somos? Y tú, amigo lector, amiga lectora: ¿quién eres y qué tienes en el estante?
Nuevamente saludos Alex Nunca fue mi intención causarte dolencias, yo con tu texto no me sentí dolido, más bien inquieto simplemente. Te presento mis disculpas si he resultado ofensivo, reitero, no fue mi intención: Al margen: En cuanto a que «no es bueno frustrar las expectativas del lector» es una frase que encierra una gran verdad pero sin embargo guarda su incongruencia social ya que como comentas a los buenos lectores les gustan cosas que les desencajen, lo cual puede inducir a que los buenos lectores no desestiman la opinión general y el peso de la tradición comercial y por… Leer más »
Buenas! Recuerdo vagamente un artículo en el que se clasificaba a los escritores de la siguiente forma: Malos o mediocres, correctos, sobresalientes. Dentro de esta clasificación existían, a su vez, otras divisiones o categorías que no recuerdo en este preciso instante. Para mí Allende es una escritora correcta, pero en ningún caso sobresaliente. En cuanto a la previsibilidad de un escritor, es un tema complicado. Un buen autor se caracteriza, entre otras cosas, por tener un estilo propio, una voz personal que lo identifica y distingue de los demas autores; pero al mismo tiempo no debe repetirse, cada libro tiene… Leer más »
Es cierto, muchos autores se centran, quizá, como tú dices, por presión del editor, en hacer su obra comercial. Esto incluye, por supuesto, ganarse la fidelidad de un público en concreto y para ello no deben cambiar en exceso ni el género ni el estilo. Por otra parte, para un autor el hecho de experimentar supone un riesgo; tratar con un género que nunca ha probado puede dar como resultado un buen libro o uno muy malo, y el riesgo tampoco es buen amigo de lo comercial. No es que sea malo tener el dinero como una muy buena motivación… Leer más »