Sesión 14: Secundarios

Ya está disponible la sesión número 14 del podcast Taller Literario. Siguiendo con el bloque dedicado a personajes, nos ocupamos esta vez de los secundarios. Analizamos sus funciones y sus tipos más comunes.

No olvides colaborar con el Taller por cualquiera de estos métodos.

Dos victorias

Script Frenzy winner!Cuando empezó el año prometí que escribiría tres noches por semana hasta junio. La verdad es que no tengo ni idea de si lo estoy cumpliendo o no porque miro más lo que escribo que cuánto tiempo le dedico (y estoy escribiendo más de día que de noche) pero el caso es que los progresos se notan. Por ejemplo, aún no ha acabado abril y ya he completado el reto Script Frenzy de escribir un guión de 100 palabras páginas en 30 días. El resultado ha sido una obra de teatro titulada provisionalmente «¡Pisa el tigre!», en tono de comedia surrealista con pinceladas de erotismo y ciencia ficción (¡toma ya!), que por supuesto necesitará profundas revisiones antes de llegar a ninguna parte (si es que llega). Pero el trabajo es trabajo y esas cien páginas no se las salta un productor con pértiga.

Por otro lado, Mrs. Carrington ha recibido el Premio Web Ideal.es a Mejor Espacio Personal en Internet, en lo que estoy seguro no es más que el arranque de una larga carrera de éxitos para el trabajo de Fidel Martínez y todo su equipo. ¡Enhorabuena, compañeros!

Fidel Martínez y Margot como Mrs. Carrington. Imagen: Antonio Casas
Fidel Martínez y Margot como Mrs. Carrington. Imagen: Antonio Casas

Marsé contra la ‘prosa sonajero’

Juan Marsé, por Caterina Barjau
Juan Marsé, por Caterina Barjau

«Ahora parece que suena menos la prosa sonajero en la literatura española. Me gustan las novelas en las que no noto que estoy leyendo porque me absorben. No me interesan las florituras ni eso que antes se llamaba prosa galana».

Otras citas del nuevo Premio Cervantes, en El País

Describir positivamente

«El sospechoso no era alto, no llevaba barba ni gafas, y sus ropas no eran vulgares.»

La frase es un ejemplo de lo que yo llamo «describir en negativo», y esta entrada os exhorta a que no lo hagáis.

Analicemos el ejemplo, quedándonos con el comienzo: «El sospechoso no era alto». ¿Qué hemos descrito? Al sospechoso. Ésa podría parecer la palabra más importante de la frase, ya que es el sujeto al que van referidos todos los calificativos posteriores. Podría no ser así si ya se le ha mencionado antes («el» sospechoso en lugar de «un sospechoso») y por tanto ya sabemos de quién se está hablando. Pero supongamos que el relato comienza así, y consideremos por tanto «sospechoso» como la palabra con más contenido léxico (con más significado) de la frase.

A continuación, la segunda palabra con más contenido es «alto». ¿Qué quiere decir el autor? ¿El sospechoso era bajito? ¿El sospechoso era de estatura media? ¿Otra cosa? Como lector, no conozco la respuesta.

Pero además, la imagen que evoca el texto es la opuesta: yo leo «alto» y pienso «alto». Sólo después, cuando tengo que añadir la negación, intento corregir la imagen que espontáneamente ya se estaba formando en mi cabeza. Así, tengo la impresión de que el sospechoso era alto pero no mucho, o es alto según con quien lo compares, o el narrador es más alto.

Lo mismo ocurre con el resto: menciona barba, gafas, y ropas vulgares, y eso es lo primero que imagino, para luego tener que quitarlo. En lugar de utilizar los sentidos, el narrador está utilizando el intelecto. Necesito racionalizar lo que estoy leyendo para visualizarlo.

¿No habría sido mucho más claro decir «El sospechoso media 1’70, iba afeitado y vestía ropas de marca.»? ¿Para qué mencionar cosas que no están ahí? Esta segunda descripción es mucho más visual e inmediata. ¿No os parece?

PD: Como autores, la descripción en negativo nos puede atacar también de formas más sutiles. A veces queremos ser tan precisos en los detalles de nuestra imagen que la empañamos de palabras: «El día amaneció soleado y, aunque la temperatura era agradable, se levantaba a veces una brisa fresca del invierno que aún no había acabado de marcharse». ¿En qué quedamos? ¿La temperatura era agradable o hacía fresco? Si nos paramos a pensarlo, la frase es perfectamente lógica, pero no queremos que nuestro lector se pare a pensar (¡al menos no sobre cosas tan triviales como la temperatura!), sino que sienta con nosotros y avance junto a nuestros personajes en sus historias. ¿Realmente necesitamos meter estas dos sensaciones opuestas, sol y frescor, en la misma frase? Lo hagamos como lo hagamos habrá que mostrar un contraste así que, si es realmente imprescindible, intentemos hacerlo breve y claramente para que las ideas se contrapongan lo antes posible: «A plena luz del sol seguía haciendo fresco». Y si no es imprescindible, mucho mejor ir al grano: «El día amaneció soleado y María salió a…» que es al fin y al cabo lo que nos interesa, lo que hizo María. Si después corre una brisa fresca y María tiene que volver a casa a por una chaqueta, ya me lo contarás cuando la descripción afecte a sus acciones. Mientras tanto, más nos vale asegurarnos de que nuestra maravillosamente matizada descripción no esté entorpeciendo la lectura.

El sabio lector

«Es raro el escritor que sabe lo que ha escrito. Pasajes que supones claros no lo son. Un personaje que crees interesante aburre a la gente porque aún no has encontrado lo que lo hace interesante. Pero no lo sabrás hasta que alguien lo lea y te lo diga. Necesitas a alguien que lo lea hoy, ahora. Alguien comprometido con tu carrera. Necesitas un cónyuge o amigo muy cercano que sea brillante como crítico.

How to Write Science Fiction and Fantasy
"How to Write Science Fiction and Fantasy", de Orson Scott Card

La buena noticia es que puedes convertir a casi cualquier persona inteligente y comprometida en el Sabio Lector que necesitas. Pero lo primero es aprender que el Sabio Lector no te dice lo que tienes que hacer. Te dice lo que acabas de hacer. Querrás que tu cónyuge o amigo te explique en detalle cómo ha sido la experiencia de leer tu texto.

Para esta tarea, es mejor que tu Sabio Lector no haya estudiado literatura, así no dará diagnósticos («la caracterización es vaga») o, dios nos libre, consejos («Tienes que acortar tanta descripción»). Al Sabio Lector no se le ocurrirá decirte cómo arreglar tu historia, sino tan sólo lo que se siente al leerla.

¿Cómo lo entrenas? Haciéndole preguntas:

¿Te has aburrido? ¿Has notado que te distraías? ¿Sabes decirme en qué punto fue? (Deja que se tome su tiempo, que repase el texto, que encuentre lugares en los que perdió el interés.)

¿Qué te ha parecido el personaje de Magwall? ¿Te ha gustado? ¿Lo has odiado? ¿Te acordabas de quién era? (Si odia a tu personaje por las razones correctas, vamos bien; si se olvidaba de su nombre de un capítulo al siguiente, vamos muy mal.)

¿Ha habido algo que no comprendieras? ¿Algún fragmento que hayas tenido que leer dos veces? ¿Algún momento poco claro? (Las respuestas te dirán dónde la exposición no está bien manejada, o dónde se vuelve confusa la acción.)

¿Ha habido algo que no te creyeras? ¿Has pensado «¡sí, venga ya!» en algún punto? (Esto te ayudará a cazar clichés o localizar lugares en los que necesitas profundizar en tu concepto del universo que estás contando.)

¿Qué crees que va a pasar a continuación? ¿Hay algo sobre lo que todavía te estés haciendo preguntas? (Si lo que ha leído es un fragmento, las respuestas te dirán qué líneas de tensión has logrado crear; si ha leído la historia completa, las respuestas te dirán qué líneas de tensión no has logrado resolver.)

No tendrás que seguir repitiendo estas preguntas durante mucho tiempo. Pronto tu Sabio Lector aprenderá a evaluar sus propios procesos internos conforme lee. Apreciará los momentos de confusión, de incredulidad, de aburrimiento, de cliché; pensará cómo le hacen sentir los personajes y te lo dirá.

Trata sus observaciones con respeto y agradecimiento, y siempre haz algo para resolver los problemas que descubráis. Al principio puede resultar duro, porque a veces pensarás que se equivoca. Pero no puede equivocarse, es imposible, porque el Sabio Lector te está informando de su experiencia al leer. ¿Cómo puede equivocarse sobre sus propias experiencias?

Descubrirás que una vez que intentas cambiar los aspectos problemáticos de tu historia, siempre la estarás mejorando.»

Extractos de «How to Write Science Fiction and Fantasy« de Orson Scott Card (págs. 121-123)

Javier Marías no planifica

A mí me gusta, por el contrario, averiguar la novela a medida que la voy escribiendo. Siempre recuerdo que la palabra inventar etimológicamente viene del latín invenire, e invenire en latín lo que quería decir era hallar, descubrir, averiguar. Es decir que etimológicamente -al menos- la invención y la averiguación o el hallazgo tienen la misma raíz. Entonces, uno averigua a medida que inventa. Yo me permito trabajar mucho sobre la marcha, incorporar cosas que en modo alguno tenía previsto, entre otras cosas porque no deseo tenerlo previsto.

Publicado en el diario Clarín y recogido en el blog oficial de Javier Marías, que recoge sus apariciones en prensa (tanto sus columnas como los artículos que hablan de él) y que por supuesto os recomiendo.

La polémica ministra

Primero, los hechos: la guionista Ángeles González-Sinde, que venía presidiendo la Academia de Cine en el último año (el del desplome de cifras) pasa a ser Ministra de Cultura.

Después, la polémica:

– La Asociación de Internautas, en contra

– Grupos en Facebook y Twitter, en contra

– Los blogs opinan: literatura, en contra (Grumm); pop, en contra (jenesaispop); ciencia, en contra (HomoSapiens);  informáticos, en contra (EnriqueDans); los guionistas, sus colegas, se lo piensan (Escrito por y El Guionista Hastiado)

– La SGAE, al parecer, a favor (actualización sep-2009: según un artículo de Yahoo News ahora desaparecido)

Pues qué polémica más monótona, ¿no? No tengo nada que añadir. Sólo queda esperar… y ver…