Lavaca replica

Lavaca rumia poemas en pastos de todo el mundo, en idiomas que desconoce. Lavaca rumia. Si se siente inspirada, muge algo en respuesta, en su español bovino. En efecto, su español no es muy bueno, porque es una vaca, y aún así, a veces se atreve incluso a mugir en inglés.

La noche de las nómadas

Aquellas de vosotras que susurran,
las que se alzan, se sumergen o están quietas:
ahora es el momento para mudar las pieles,
y al retirar las máscaras, quedar completas

y nunca más callar, ni que nos callen.
¡Gritad del corazón y la lujuria,
amigas todas,
venid, venid a compartir las cicatrices!

Lavaca ha rumiado «Wandrers Nachtlied« (1776) de Johann Wolfgang von Goethe.

La espera en los pastos

Un hombre me lleva
a las verdes praderas;
se marcha en silencio,
y no le vuelvo a ver
hasta la noche.

El relámpago es
el regalo repentino
que aparece de la nada.

Lavaca ha rumiado 2 poemas del monje zen Sogi (siglo XV).

Esquizo

Últimamente, cada vez que se nubla,
elevo la cabeza hacia los cielos,
estiro el hocico más allá del cencerro
y de este olor eléctrico de tumba…

(sigo allí, no me movido una pezuña…)
avanzo silenciosa en el sendero
y permanezco a la vez junto al abrevadero,
bañada de neón – bajo la lluvia.

Así, mi cuerpo inerte, y despiezada,
con metal abrazándome las ubres
y el alma echando en hierba sus raíces,

sucumbo, carcomida por la rabia,
desdiciéndome, loca y en las nubes,
abriendo, vuelta a vuelta, cicatrices…

Lavaca ha rumiado «Z chalupy/XIII« (1887) de Jan Kasprowicz.

Instrucciones para una vida mejor

El pasado debe siempre cortarse con tijeras.
Se acepta decorar paredes blancas
con recortes en caso de mudanza.

Entender que el futuro es esta tarde.
Dejar correr la voz, sacar a pasear
a las polillas; ir a comer al parque.

Aprender a decir con la voz firme:
que no; adiós; fui yo; no me hace falta.
Hablar mal de ti mismo, a tus espaldas.

Contemplar las franjas de color
con las que el universo se degrada
desde el amanecer hasta el otoño

y poder comentar tonalidades
abrazados a la espalda de la noche.

Lavaca ha rumiado «Instructies voor een beter leven« (2007) de Michel Krott.

¡Ven! Te espero junto al foso

¡Ven! Te espero junto al foso donde mueren las hojas,
donde mi abecedario sin prisa pierde fuerza,
donde yace la tarde entre cojines templados,
aquí, donde la búsqueda se torna madrugada.
Soslayo aferrarme a las verdes campiñas
que velozmente pasan, jugosas, día y noche.
Di, ¿por qué no acudes? ¿Por qué sobrevolar
con tus alas doradas el mundo más allá
de la tormenta, donde la caída (lo sabes) es tan alta,
si no es para volver, al fin, cuando te llamo?
Soy fuerte en mis esferas, nada puede
quebrarlas, solamente el vacío que las invade.
Dentro de la hélice, me rompo la garganta: «¡Vive!»…
pero la carcasa, rota, ya nunca se levanta.
Y sigo repitiendo, ven, con media mueca:
nada ha muerto, el desorden se instala en mis entrañas.

Lavaca ha rumiado «Vän! I förödelsens stund« (alrededor de 1820) de Erik Johan Stagnelius.

La caza

Esta noche las lomas disfrazadas de grajo
se agrietan de ríos como vetas de mármol
que lamen cuevas negras, las bocas de los lobos,
enraizadas a un color que no comprenden:
el fuego de la tierra en su corazón rojo.

Relámpago, ¡la noche estalla
en un haz de grillos blancos que se apagan!…
Y el gris meditabundo de los lobos…
Ah, esta noche rasgarán la madrugada,
el color de la caza en el brillo de sus ojos…

Lavaca ha rumiado «A halottak« (1903) de Ady Endre.

La vieja loma y el asfalto

Esta mañana la vieja loma
ha elegido un suéter blanco
para bajar al río.

Recostada a la orilla se acuerda
de un joven descalzo que solía
silbar al visitarla.

Subía a la hora de la siesta,
leía de sus libros en silencio y se marchaba
atado a una cometa de nostalgias.

A la loma, aquella primavera,
la brisa le arrancaba cada tarde
escalofríos esmeralda.

Hoy, más abrigada, bosteza.
Los árboles desnudos se frotan los brazos
cuando el viento se levanta.

A lo lejos
como gritos de gaviotas
escucha el gris del tráfico.

A la loma le duelen las rodillas
de tanto estar sentada,
pero no le quedan ganas de moverse.

Bebe un sorbo
del inmisericorde espejo
del invierno.

Se acuerda del rebaño
que le hacía cosquillas en la espalda.
Ya no vienen el joven ni las vacas.

Quizá los soñó a todos, como sueña
que el látigo infinito del asfalto
dejará su cicatriz en otra parte.

No sabe si le importa
demasiado. A veces
le apetece ver el mundo.

Sólo espera que el golpe no despierte
a la familia de topos
que duerme en su regazo.

Anochece y contempla las estrellas.
A algunas vio nacer y entre susurros
las llama por sus nombres.

Sin querer se adormece.
Las primeras luciérnagas se acercan
para irla desnudando lentamente.

Lavaca ha rumiado demasiado tiempo en silencio.

El último hombre

Ya no quedan más amigos
que perder. Despierta, soñador,
y cuéntamelo todo, o pronto
la Historia será un campo nevado.

Amanece, buenas noches, amanece.
La luz de otra mañana nada cambia,
si acaso con su soplo desdibuje
aquel penúltimo rostro en apagarse.

Les llevas rosas rojas, rosas rojas
que nadie ha de llevarte. Todo sigue:
el cielo se maquilla de tormenta, la lluvia
disfraza las calles de madrugada.

Y yo que te he visto gemir
infinitas escalas de tristeza
apoyo el mentón incomprendido
sobre tu hombro cansado que se aparta.

Lavaca ha rumiado un meme musical.

Lamento

Yo no nací de nada, de todo
en general. Mi concepción
fue una manzana roja, caliente,
específicamente dolorosa.

En el monte donde Madre
murió sin ceremonias
me detengo un instante
mirando un tren pasar.

Su sangre, transparente,
me llueve entre los párpados.

Una espiga quebrada me pregunta
cuán profundo se clava
el acero hasta que salta
el nervio dividido

y se me doblan las patas.
Tú almuerzas. Y a nadie le preocupa
si existe servilleta
que limpie la grasa de tu alma.

Lavaca ha rumiado sus propios «Mumtain« (2008) y «Deepblack« (2009).