«El Profesor«, de Frank McCourt, capítulo 14.
La clase comenta un poema («My Papa’s Waltz» de Theodore Roethke). Una estudiante llamada Ann toma la palabra.
Quizá sí, señor McCourt, pero hay que tener cuidado. Si dice uno algo negativo sobre lo que sea, los profesores se lo toman como algo personal y se enfadan. Mi hermana tuvo un problema con un profesor de inglés en Cornell por la interpretación que ella le daba a un soneto de Shakespeare. Él dijo que estaba totalmente equivocada, y ella dijo que un soneto se puede leer de cien formas diferentes, si no no verías mil libros de crítica shakesperiana en las bibliotecas, y él se cabreó y le dijo que la vería en su oficina. Ahí fue más amable y ella cedió y dijo que a lo mejor llevaba él razón y se fueron a cenar a Ithaca y yo me cabreé con ella por echarse atrás tan fácilmente. Ahora apenas nos devolvemos el saludo.
¿Por qué no escribes sobre eso, Ann? Es una historia peculiar, tu hermana y tú dejando de hablaros por un soneto de Shakespeare.
Podría, pero tendría que explicar todo el rollo del soneto, lo que él dijo, lo que ella dijo, y como no me gusta analizar significados y ella tampoco me habla, pues no tengo la historia completa.
¿David?
Invéntatelo. Aquí tenemos tres personajes: Ann, su hermana y el profesor, y luego está el soneto que causa todo el problema. ¡Puedes hacer lo que quieras con ese soneto! Cambia los nombres, aléjate del soneto, di que es una pelea enorme por «My Papa’s Waltz», y cuando te quieras dar cuenta tienes una historia que alguien quiere convertir en película.
¿Jonathan?
Sin ánimo de ofender, no se me ocurre nada más aburrido que una historia sobre una universitaria discutiendo un soneto con un profesor. Es que joder, perdón, con las cosas que pasan en el mundo, gente que pasa hambre y todo eso, y estos no tienen otra cosa mejor que hacer que discutir por un poema. Yo desde luego no compraría esa historia y no iría a ver la película ni aunque invitaran a toda mi familia.
¿Quién lleva razón?