Code Name: S.T.E.A.M.

Mañana sale a la venta en Europa Code Name: S.T.E.AM., un nuevo videojuego de Nintendo en cuya localización he tenido el placer de estar muy implicado. Se trata de un juego de estrategia en tercera persona desarrollado por Intelligent Systems, creadores de las conocidas series Fire Emblem, Advance Wars y mi muy querida Paper Mario.

Me ha alegrado ver ya algunas críticas que alaban el trabajo del equipo de localización, incluyendo la de Nintenderos que menciona la traducción como uno de los puntos fuertes del juego.

Os dejo con un tráiler del juego. Nintendo eShop ofrece una demo descargable gratuita del juego, así que espero que todos aquellos que tengáis una Nintendo 3DS le deis una oportunidad a Code Name: S.T.E.A.M. y, sobre todo, espero que lo disfrutéis.

50 novelas para estudiantes de arte

Entre los artistas inquietos que aquí nos reunimos no solo hay gente de letras. Para aquellos de vosotros con inclinaciones pictóricas, aquí os traigo esta lista de «las 50 mejores novelas para estudiantes de arte«, discutible como toda lista pero llena de pequeñas joyas, muchas de ellas poco conocidas, y todas plagadas de pintores con la excepción a modo de invitados especiales de un dúo de creadores de cómics y un arquitecto. Hay historia y ficción, negocio e introspección. Explorad, y a ver qué me recomendáis. ¿Echáis algún título en falta?

 

NaNoWriMo 2010

Lo he mencionado tantas veces que no necesita presentación: el NaNoWriMo empieza este lunes.

¿Te atreves a escribir una novela en 30 días? ¡Todo es proponérselo!

Yo este año no lo voy a hacer porque estoy liado con varios proyectos, uno de los cuales es, precisamente, preparar mi «nanovela» del 2006 para publicación. Porque, sí, la novelilla que parí deprisa y corriendo, después de numerosas revisiones, creo que está lista para ver la luz del día. Espero. Y con ese objetivo la estoy requetepuliendo para un certamen. No sé, que os cuente Carballeira, que la está leyendo. Si acaso, igual me propongo escribir la segunda temporada de Mrs. Carrington en 30 días. Eso también sería un reto.

Pero no dejes que te distraiga con mis historias, céntrate en la tuya. Improvisa. Desenchufa el router. Apaga la tele. Esos capítulos de Glee o de Fringe van a seguir ahí, no corren prisa. Un sandwich basta. Teclea.

Ayudas no faltan, la comunidad NaNoWriMo entera (también la hispanohablante) está pasando por lo mismo que tú, y son más de cien mil personas por todo el mundo. Uno hizo la ficha de seguimiento NaNoWriMo para ayudarte a saber por dónde vas y cuánto te falta. Otros dibujan simpáticos calendarios. Los hay que se compran AlphaSmarts para escribir en cualquier parte, hasta yo estoy pensando comprarme uno (se aceptan donaciones). No importa cómo, no importa qué, sólo importa cuánto. Venga, llevamos casi tres años de taller, escribe la dichosa novela de una puñetera vez.


Los clásicos

Este también pasa de aviones y moderneces y sólo lee clásicos.

Estaréis hartos de oírme decir que soy más de clásicos. Habría que precisar que los clásicos a los que me refiero son bastante recientes. La mayoría de mis lecturas se pueden emplazar en un margen de unos setenta años entre finales del siglo XIX y mediados del XX. Rara vez me atrevo a ir más atrás, por miedo a verme sobrepasado por la distancia sociocultural o meramente lingüística. Así, por ejemplo, me encantó Shakespeare cuando lo leí en la facultad, pero después no me he atrevido a retomarlo y lo sigo posponiendo. Lo más antiguo que he leído debe ser «Lisístrata«, que me pareció un poco aburrida pero cuyo juramento de castidad («… no elevaré mis piernas hacia el cielo…») aún me hace reír cada vez que me acuerdo.

Una de mis blogueras favoritas escribía hace pocos meses:

No creo que sea tan importante leer clásicos. Al fin y al cabo, si se leían en su época es porque no había nada mejor. Leo para divertirme. No leo para culturizarme, ni para ser mejor persona, ni para tener de qué hablar en los círculos gafapastiles. Leo para divertirme. Esto quiere decir que la elección de mis lecturas está determinada por un criterio básico: que me entretengan.

Personalmente, discrepo. Primero, porque no todo lo que se leía en su época habrá llegado hasta nosotros. Los textos menos interesantes, por dejadez de sus propietarios y a falta de más copias, se habrán perdido por el camino e incluso con algo de mala suerte los más interesantes, por audaces o críticos, se habrán ido perdiendo en las diversas quemas a lo largo de la historia, en monasterios medievales, cazas de brujas o campañas nazis. Del propio Aristófanes se estima que sobreviven menos de una cuarta parte de sus obras (que dicho sea de paso no se leían, sino que se veían representadas). Los clásicos que hayan llegado hasta nosotros no serán todo lo que hubo, pero es lo único que tenemos.

Y segundo, discrepo también porque los clásicos entretienen de diversas formas. Provienen de distintas épocas y culturas, así que meterlos todos en el mismo saco es un atrevimiento. A mí los clásicos siempre me resultan curiosos por una razón u otra. A veces descubres cuán temprana es una idea determinada (el gesto obsceno de levantar el dedo corazón data al menos del siglo V a.C.), o lo pronto que nació un cliché que hoy vemos repetido hasta la saciedad, bien sea una crítica a la monarquía o el mito vampírico. Otras veces descubres los significados que ciertas palabras tenían en otras épocas y, al verlas usadas en otros contextos, deduces cómo han llegado a adquirir su sentido actual. A menudo, simplemente, observas cómo vivía la gente en otros tiempos, como si de un «Gran Hermano» interdimensional se tratase. Todo eso me resulta de lo más entretenido.

Como escritores, además, tenemos cierto compromiso con la tradición literaria. Por ejemplo, la novela en que estoy trabajando describe un universo totalmente nuevo, así que, para «documentarme», añadí a mi cola de lecturas títulos como «Alicia en el país de las maravillas» o «Los viajes de Gulliver«. Este último, que ando leyendo estos días, me imponía cierto respeto porque se publicó en 1726 y dudaba mucho que tuviera algo que aportarme. Al contrario, me sorprendió descubrir la cantidad de temas que abarca. Estoy dando los últimos toques a una obra de teatro protagonizada por personajes de distintos tamaños (imaginad un «Cariño, he encogido a los niños» a la andaluza, para que os hagáis una idea), y no tengo chiste sobre tallas que Jonathan Swift no haya cubierto ya en sus «viajes» a Lilliput y Brobdingang. Más aún, sus ácidas críticas a los sistemas de gobierno occidentales son tan válidas hoy como lo eran hace casi trescientos años.

Total, que cuando Bloguzz me ofreció participar en la promoción de la nueva colección de RBA Los clásicos de Grecia y Roma pensé ¿quién dijo miedo? Contiene al amigo Aristófanes para que no se sigan perdiendo sus obras, al siempre citado y versionado Homero, las entretenidas fábulas de Esopo y así hasta 150 volúmenes. Los primeros ya están en mi buzón y pienso ponerlos no sólo como decoración en el estante sino también en la lista de espera. ¿Por cuál me recomendáis que empiece? ¿O por cuál empezarías tú?

Frank McCourt

Frank McCourt
Frank McCourt

Frank McCourt escribió tres novelas antes de fallecer.

La primera,  Las Cenizas de Ángela, narra su miserable infancia en los barrios pobres de Limmerick, la represión de su educación católica y su lucha por alcanzar el sueño de emigrar a América. Ganó el Premio Pulitzer y es una delicia (hace poco os contaba cómo la adquirí).

La segunda, Lo Es, narra su llegada a Nueva York, sus primeros empleos, la búsqueda de piso y de un lugar en el mundo, del amor, de una profesión respetable. Intenta repetir la fórmula pero carece de chispa y se queda en terreno de nadie.

La tercera y última, El Profesor, cuenta sus experiencias como maestro de inglés de secundaria y, en sus últimos años, también de escritura creativa. Le falta rumbo tanto a la novela como al personaje, pero ambos lo van encontrando hacia el final, y precisamente el último tercio, centrado en sus clases de escritura creativa, es el más intenso de los dos últimos libros.

Tanto la obra de McCourt como sus consejos son perfecto reflejo de la filosofía de Brenda Ueland en Si Quieres Escribir, y un contraste perfecto con las historias de premisas megalomaníacas de las que hablábamos la semana pasada. y todo lo que hemos dicho en el podcast sobre la propia experiencia y los aspectos autobiográficos. Por eso vamos a dedicarle la semana que viene de forma monográfica, de lunes a viernes, comentando diversos aspectos de su obra a través de varios fragmentos.

Grandes expectativas

Ya he hablado alguna que otra vez de Scriptshadow, así que no presentaré al amigo Carson Reeves por enésima vez. Este lunes revisó el guión de Vanishing On 7th Street, un largometraje de terror cuyo trailer ya está disponible:

Como veis, prácticamente toda persona viviente desaparece repentinamente (criticadme esos adverbios, por favor), con pocas excepciones: los protagonistas. Además, algo raro ocurre con la oscuridad, porque se dice que cada cual sólo puede confiar en la luz que porte él mismo. Claustrofobia pura, vamos. Un concepto potente.

Carson comienza su crítica preguntándose: ¿demasiado potente?

El guión arranca con fuerza pero, como tantos de su estilo, se ve devorado por su propia ambición. El concepto super-elevado de su premisa nos atrae como basura fresca a una famila de mapaches. La pregunta es, ¿es la premisa demasiado sofisticada? «¿Qué, cómo?», preguntas, «¿cómo es posible tal cosa?». Una premisa es demasiado sofisticada cuando, hagas lo que hagas con la historia, nunca va a ser tan interesante como el concepto. En otras palabras, quien mucho abarca poco aprieta. Y desafortunadamente eso es lo que pasa con Vanishing.

Esto merece que no paremos a pensar. Precisamente anoche estaba hablando de esto. Acabo de terminar de leer 1984 y mi compañero anda leyendo Un mundo feliz. Estos dos clasicazos adolecen del mismo defecto indiscutible: una vez agotada la premisa principal, la trama se va desinflando por momentos.

En televisión lo hemos visto también, hace pocos años con The 4400 (cuatro mil cuatrocientas personas desaparecidas en las últimas décadas reaparecen simultáneamente sin recuerdo alguno y sin haber envejecido un día) y más recientemente con la fallida Flashforward (en el mismo instante, toda la población mundial sufre un desmayo durante el que sueñan una escena de su futuro justo seis meses después).

Por supuesto el concepto es lo bastante potente como para atrapar la imaginación del lector (o del espectador, que paga su entrada de cine o se sienta frente a la tele cada semana deseando asistir al espectáculo), pero ¿no es una pena que, por culpa de haber empezado con el clímax, el final nos deje sabor a decepción?

Si la premisa que pone la historia en marcha es lo mejor del guión, entonces sólo tienes 1/4 de guión. ¿Qué pasaría si los alienígenas invadieran la tierra mañana? Guay, gran concepto. ¿Pero luego qué? ¿Cómo mantienes el interés durante los 100 minutos siguientes? Si quieres ver lo mal que se puede llegar a hacer, alquila Independence Day. Asegúrate de alquilar también una pistola, porque hacia la mitad querrás pegarte un tiro. Creo que la clave para estas historias de gran concepto es asegurarse de que tienes preparada una historia personal que contar una vez que has enganchado a tu público.

En efecto, la gran pregunta es: ¿cómo se evita este problema? ¿Con personajes interesantes? ¿Con tramas sólidas? ¡Pues claro! ¿No deberían esos elementos estar presentes en cualquier historia? Sí, pero es que nos lo hemos puesto muy difícil a nosotros mismos, ¿qué hacemos para que nuestro final esté a la altura de nuestro principio? Pues buscar un elemento igual de potente. Perdidos puede haber decepcionado a muchos con su final, pero durante seis temporadas consiguió reinventarse a sí misma con personajes interesantes, nuevas situaciones y esquemas narrativos de la más diversa índole. Blindness dio un giro inesperado al deshacer una tragedia mundial y concluir con una tragedia personal. ¡Magistral!

Aquí va un ejercicio muy potente: ¿cómo salvarías tú Vanishing on 7th Street de caer en esta trampa? ¿Cómo mejorarías un clásico de la talla de 1984? ¿Cómo conseguirías sacar a las premisas citadas mas partido que los títulos que las idearon? O para presentar otra próxima novedad, ¿qué harías tú con la premisa de Skyline?

Screenwriting Tips

Scriptwriting Tips ofrece diariamente un consejo de sólo un par de líneas, directo y al grano (no como yo, que siempre me enrollo lo indecible).

Los consejos están orientados a guionistas. En muchos casos, el autor (que es un poco borde) se limita a señalar un cliché que considera demasiado repetido. La mitad de las veces los consejos son muy discutibles. Pero a menudo se ofrecen ideas aplicables a cualquier formato, y de vez en cuando se cuela una joya memorable que merece la pena citar aunque sea por su concisión.

Os dejo con una selección de los mejores consejos del último par de semanas.

Escribir bien es lograr que tus personajes hagan cosas inesperadas que cuadran perfectamente con lo que sabemos sobre ellos.

Todas las escenas deben afectar de alguna manera al protagonista, directa o indirectamente. De lo contrario, la escena es inútil. No importa si es el momento más gracioso, terrorífico o interesante del guión: hay que quitarlo.

Si en sus momentos más bajos (Nota: final del segundo acto) tus personajes no se están diciendo los unos a los otros las cosas más terribles, de las que te parten el alma… entonces lo estás haciendo mal.

No hace falta que empieces in media res, pero ¿podrías hacernos a todos un favor y saltarte la parte aburrida?

Para los que no sepan inglés, seguiré trayendo al blog alguna selección de sus consejos conforme se vayan publicando.