Al amigo Gastón Maillard le respondí privadamente una consulta la semana pasada y se ve que se ha aficionado, porque esta semana ataca con otra:
Mi pregunta es relativa al uso de palabras poco usuales en nuestro actuar cotidiano. Según dicen, una persona común no usa más de 300 vocablos. ¿Qué pasa entonces con el lenguaje a utilizar? Las personas adictas a la lectura comprenden y disfrutan del uso de la musicalidad de ciertas palabras y de su calce perfecto para realzar una frase.
Por ejemplo invoco los siguientes trozos de literatura.
«… siendo continuamente refrescado por la fina llovizna proveniente del agua salina al golpear contra las rocas y atomizarse en millones de partículas que transportadas por vientos suaves venidos desde lejanos e ignotos lugares del océano…»
«Mi labor fue bastante ardua para desaflojar las tuercas, centrar las ruedas y nuevamente asegurarlas con firmeza contra los pernos, quedando unas puntitas de los mismos sobresaliendo tímidamente, lo que exultaba mis sentidos.»
Y así por el estilo. ¿Qué te parece a ti?
La pregunta, amigo Gastón, está mal planteada. La cuestión no debería ser si usar palabras poco comunes o no, sino cuándo usarlas y por qué.
En el primer ejemplo, la palabra «ignoto» me parece mucho más común, en un contexto literario, que «atomizarse». Términos como este, «salina» o «partículas» tienen connotacions científicas que rompen el aire poético que la frase intenta conseguir con otros vocablos que apelan a la naturaleza («agua», «rocas», «vientos», «océano»). Y conste que he dicho frase donde debería haber dicho fragmento, porque semejante oruga verbal ni siquiera es una oración completa. Adivino que, sea lo que sea lo que el autor estaba intentando decir, el lector se ha perdido por el camino debido al exceso de paráfrasis y sobreadjetivación. Hemos empezado hablando de alguien (supongo, por lo de «refrescado») y en los puntos suspensivos todavía no ha terminado de hablar de las partículas.
No suelo contraatacar con mi propia redacción de textos ajenos pero en este caso lo voy a hacer. Yo habría escrito algo parecido a esto:
Las olas al romper refrescaban su rostro. La brisa portaba un aroma a especias de tierras lejanas.
¿Por qué he elegido palabras sencillas? Porque creo que reflejan mejor las sensaciones sencillas que se describen. Imagino que casi todo el mundo ha estado alguna vez delante del mar sintiendo el salpicar del oleaje, lo que hace innecesarias las descripciones detalladas. Al contrario, basta con evocar ese momento para que el lector pueda rescatar sus propias sensaciones. Y atención, porque no sólo he elegido un vocabulario sencillo: también lo he estructurado en una sintaxis sencilla. La elección puede ser discutible, pero al menos es consistente.
De manera similar, el segundo ejemplo describe muy bien un trabajo técnico, para luego romper esa imagen de dedicación y profesionalidad al usar las palabras «exultar» y «sentidos», mucho más sensuales.
La elección de vocabulario es una cuestión de coherencia.
Pero más importante aún es utilizar las palabras con propiedad. ¿Qué errores hay en los dos ejemplos propuestos? Os doy de tiempo hasta mañana para responder.