(viene de aquí)
¿Qué tal te va a ti con el cómic? ¿Te da para vivir? ¿A qué te dedicabas antes de hacer cómics?
¡¡UFFF!! Eso casi sería escribir mis memorias. He hecho de todo… radio, trabajé 15 años como perspectivista de interiorismo, he servido copas y hasta cosas que no se pueden decir en horario protegido. (risas) Actualmente combino el trabajo de cómic puro y duro con el de profesor de guión de cómic y, esporádicamente, guionista o documentalista para TV.
La crisis ha afectado mucho al mundo de la cultura y el entretenimiento. Al no ser un artículo de primera necesidad, hemos sido los primeros en caer. Pero yo no me puedo quejar. Sigo haciendo cosas que tienen que ver con escribir y la creatividad.
Sobre la enseñanza hablaremos en un instante, pero antes hay algo que seguro interesa a los participantes de nuestro taller. ¿Cómo llegaste a ser publicado? Y casi más importante, ¿cómo consigue uno ser publicado de nuevo?
Empecé haciendo cómic erótico hetero durante la transición (ya estaba vivo entonces). Era algo muy de consumo, de una calidad infame, y buscaban a gente rápida y con buenas ideas. Los profesionales de entonces no se querían ensuciar las manos con trabajos como esos. Con ellos publiqué mis primeros comic-books.
Luego pasaron años de colaboraciones esporádicas, pero continuas. Yo me paseaba con la carpeta por las editoriales como un mendigo, pidiendo trabajo, pero nada. Nadie confiaba en un dibujante novel, en un momento en que las revistas empezaban a desaparecer del mapa. Y mi curriculum en el erotismo-basura no ayudaba. Algunos editores eran un tanto snobs. Ahora yo reivindico mis inicios con la cabeza bien alta.
Fue con Ediciones La Tempestad que empecé a publicar mis primeros trabajos largos y de temática gay (que no eróticos). El editor, Josep Maria Orteu, quería componer una antología con diversos dibujantes gay, que hicieran cada uno una historia sobre su visión de una parte de la vida gay. Yo quería coger el tema de vivir con SIDA. Había perdido a muchos amigos a causa de la pandemia y conocía bien el terreno, pero llegué tarde al proyecto y me quedé con el tema de ligar a lo loco pero quejarse de que no tienes novios. Así escribí y dibujé “Cazadores”, la primera historia donde apareció Salvador, mi personaje fetiche. La cosa funcionó y luego vino “Historias de Sitges” donde ya sólo nos partimos el pastel Guillém Medina y yo. Aún me sigue gustando la historia que hice, “Machos al sol”.
Luego, curiosamente, ya no llamé a ninguna puerta. Fueron los editores los que me llamaron, primero para «Vacaciones en Ibiza», con Laurent Schimell en el guión, y más tarde La Cúpula, con los que me he afianzado en el mercado y con los que he publicado mi trilogía más importante, “Estoy en ello”, “Aún estoy en ello” y “Los chulos pasan pero las hermanas quedan”, y con quienes voy a publicar “Ideas de bombero”, mi última novela gráfica.
Hoy ya sólo trabajas en temática gay, ¿me equivoco? ¿Es sano encontrar tu nicho?
Si, mira, hace años una amiga me preguntó qué sabía hacer que no hicieran los demás. La verdad es que hay muchos autores de cómic, pero en mi género tengo realmente muy poca competencia.
¿Y eso no te limita? ¿Se hace con convicción, o porque ya los editores no te piden otra cosa?
Soy yo quien he elegido esta temática. Es verdad que el target es más reducido, pero también es muy fiel. Y además, si yo soy gay, es normal que mis protagonistas en su mayoría lo sean. En mis cómics aparecen muchos heteros y no como una rareza. Es triste que al resto de cómics, por relacionarse los hombres con mujeres, no se les llame cómics de temática “hetero”. Y a mí, porque hago aventuras o comedia de costumbres donde el protagonista se relaciona afectivamente con otros hombres, se me coloca la etiqueta. Pero es lo que hay.
Es verdad que te puede limitar, ante lectores pacatos. Pero también la etiqueta de gay hace que se acerquen a leerte muchos gays que no hubieran cogido entre sus manos un cómic jamás.
(continúa)