Mi labor profesional y mis denuedos literarios han estado casi siempre alejados, pero parece que ambos caminos cada vez se acercan más. Desde hace unos meses, se han cruzado en un nuevo puesto como traductor, una tarea con la que he jugado desde hace tiempo (por ejemplo con Dork Tower) pero con la que nunca me había ganado la vida. Ahora traduzco ocho horas al día y es fácil ver cómo este aprendizaje me sirve también de entrenamiento como escritor.
Leí una vez a Javier Marías comentar que traducir es, para un escritor, todo un lujo. Venía a decir que poder escribir a Shakespeare o a Joyce en tu lengua es el mejor ejercicio de escritura imaginable. Te da el mapa de una historia frase a frase, y tú tienes que encontrar la forma de expresarla en tus palabras. ¿No es eso a veces lo que nos pasa? Tenemos la idea y no sabemos volcarla sobre el papel. Aquí dice Marías:
A mí no me parece que haya tanta diferencia entre traducir y escribir. Evidentemente hay un grado de libertad menor en la traducción, pero hay siempre una cierta libertad; y lo que es el trabajo definitivo, el trabajo sobre la prosa que va a producir el resultado final, para mí es el mismo. El traductor tiene muchas inseguridades, pero tiene la seguridad de contar con un texto original que no tiene que inventar, al cual ha de ceñirse lo más posible. Al escritor, en cambio, le puede fallar su propia invención; puede encontrarse muy desorientado, tener que hacer una pausa y esperar unos días. La del traductor es una tarea que se puede comparar con la del intérprete musical: tiene muchas dificultades a la hora de interpretar una pieza, pero siempre tiene la partitura, sabe que la partitura no va a desaparecer.
Al traducir videojuegos, me enfrento a diario a infinidad de personajes cuyas voces requieren diversos registros; a descripciones que deben ser al mismo tiempo precisas y evocadoras; a textos técnicos y literarios por igual. Y estoy seguro de que este malabarismo verbal que hago a diario en la cabeza entrenará músculos que me serán muy útiles cuando llegue el momento de contar mis propias historias.
Mi primera experiencia ha sido en Xenoblade Chronicles para la Nintendo Wii, que sale al mercado europeo esta semana. Si te acabas el juego (lo que puede llevarte más de cien horas) y te quedas a ver los créditos, verás que mi nombre no aparece entre los traductores sino entre los testers, ya que no cambié de departamento hasta que el proyecto estaba ya muy avanzado. De ahí que mi posible influencia sobre los textos finales haya sido muy pequeña (además de que ha sido un equipo de trabajo especialmente grande ¡y competente!). Mi experiencia personal, en cambio, no ha sido tan pequeña, y me ha servido para coger con fuerza el proyecto actual, del que ya os hablaré más adelante. Por el momento, que no os sorprenda si me veis hablando de traducción de vez en cuando.