Recuerdo que no hace tanto debatíamos (aunque no he sido capaz de encontrar dónde, ¿alguien me ayuda?) la conveniencia de tener todo el tiempo del mundo para escribir, o de verse atado a un contrato editorial que te compromete a poner manos a la obra e ir sacando material fuera. La mayoría de los participantes estaban de acuerdo en que el autor debería tomarse todo el tiempo que necesite para acabar su obra.
Sin embargo, también estábamos todos de acuerdo poco después, al decidir que no merece la pena estar corrigiendo un texto hasta el infinito.
Daniel Sada, Premio Herralde 2008, lo confirma:
Me regocija mucho estar corrigiendo. Si no me quitan el texto de la mano lo corregiré al infinito.
Lo cuenta en esta entrevista, donde también nos confirma los postulados que discutíamos hace un par de semanas sobre las bases de la prosa de Frank McCourt:
Yo no me guío por los temas; los temas no hacen literatura. Puedo generar la mejor historia del mundo, pero si no tengo definido el punto de vista, no resulta nada bueno.
Así que ahí tenéis otra de las ventajas de tener un editor que te arranque el manuscrito de las manos: te da la libertad de empezar el siguiente.
No estoy muy al tanto del mundillo editorial, pero me da la sensación de que los escritores de Best Sellers sufren más la presión de las editoriales. Normalmente en los autores de género ves una periodicidad en la publicación de sus obras. Sin embargo, autores como Marías, Millás, Muñoz Molina publican un libro, pasado un año otro, el siguiente a los tres años…
Por cierto, ¿qué tal Daniel Sada? No he leído nada de él.