El conocido gurú del guión es una figura controvertida. Sus libros le han convertido en leyenda, aunque sus reglas se han convertido también en el yugo que atenaza la creatividad de muchos guionistas poco dispuestos a regirse por puntos de giro y estructuras en tres actos. Yo aprendí mucho de uno de sus libros, pero me sienta mal que cobre tantísimo dinero por compartir su sabiduría, como los cientos de dólares que cuesta la suscripción a su nueva escuela online.
Pero El País le citaba ayer y me ha gustado uno de sus comentarios:
«En EE UU estamos viviendo el comienzo de una edad de oro. Los productores son todos escritores, ellos controlan la historia. Esto no ocurre en Europa, donde a los guionistas no se les paga ni de lejos lo que se merecen y son de segunda fila. ¿Quién dirige The Wire, o A dos metros bajo tierra? No lo sabemos, a pesar de que están muy bien dirigidas.»
En efecto, el boom de series actuales, que contrasta con el controvertido declive de la industria de Hollywood (una crisis que ha dado al traste con el sueño de Guillermo del Toro de dirigir El Hobbit y que ha generado divertidas polémicas como la de El equipo A, por no mencionar que sus cimientos de secuelas, adaptaciones y remakes se tambalean), se basa en las ideas y en sus creadores. Los grandes nombres de la TV americana de hoy son J. J. Abrams y Alan Ball, David Chase o su tocayo Simon, todos ellos al mismo tiempo guionistas y productores, o en una palabra, creadores.
¿Qué pensáis? ¿Realmente se avecina una edad de oro para los guionistas? ¿O es otra flipada de McKee para vender más libros?